10 de junio de 2014

Tic tac, tic tac...

Y así pasa el día, a cuenta gotas, con las manecillas del reloj señalando la hora y cada vez más nerviosa. ¿Por qué? Realmente no lo sé. Imagino que será hablar con él, o porque otro año más ha pasado y me veo el día de antes estudiando para unos exámenes que significan lo que nadie puede sospechar.
Otro año más, un año más vieja (y como algunos me dirían, más pelleja). Otro año lejos de gente a la que quiero, imposible verlos y me desánimo, todo mi mundo cae. Se desvanece y me siento sola. Sé que no es así, pero es algo inevitable.
Me pregunto qué hago realmente aquí. El otro día me lo preguntaron, me insistieron en que siguiera escribiendo, que se me da bien. O eso dicen y yo no sé cómo continuar ni mis historias que tengo por la mitad.
Hoy es un día malo, nefasto, pre-cumpleaños y sin saber realmente mi destino, qué quiero o en qué me puedo sujetar para no caer de nuevo. Aquí sigo, en esta habitación en un piso de estudiantes, en mi rincón, en el sitio más colorido, pero en el que cada vez extraño más no estar con otras personas.

Tic tac... Escucho el reloj de fondo y sólo espero que por esta noche se congele y mañana tarde en llegar.
(1/5 de exámenes hechos, ¿cuántas pensáis que aprobaré a este paso?)

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