27 de junio de 2014

Hasta pronto Junio...

Aquí estoy una noche más, otro día, más cerca del sábado, promete ser especial.
Aunque siento que la estoy liando, que vuelvo a meter la pata. Que el miedo vuelve a recorrerme por dentro, para jugar conmigo. O quizá son los nervios. Me siento asustada, cuál niña un día de tormenta y rayos. 
Me cobijo bajo las sábanas, aunque me muera de calor y me entran otra vez esas ganas de llorar.

Estamos en junio, mi mes, supuestamente, mi cumpleaños, el de ese señorito que a veces me saca de mis casillas, el de una pelirroja gallega... Junio es el mes de mil cosas, de que mi cabeza se sature y decida no acordarse ni de la hora que es. Y este año, junio me ha prometido muchas cosas y tengo miedo de que no se cumplan.

Vuelvo a ser otra vez pequeña. Esa niña que corría por el parque para llegar a tiempo a casa y que no le regañaran por llegar tarde. Vuelvo a ser la misma que se ilusionaba con una tontería, pero que le daba miedo no ser lo que la gente esperaba. Vuelvo a ser pequeña, con su presencia y sobre todo con su ausencia. 
Vuelvo a ser la misma niña de hace 11 años, a la que aún le ilusionaba que llegara ese chico a darle su primer beso.

14 de junio de 2014

Mayo.


Mayo comenzó sin poder ser mejor. Me trajo visitas de quien ya tenía ganas de ver, aunque solo pasara un año desde la última vez que nos vimos, pero es que si por mi fuera pues no me separaba nunca de personas como ella.

Le siguió otra semana, con planes totalmente distintos, que sin comerlo ni beberlo me permitió conocer y compartir una cena con gente estupenda, que me recordó tiempos no muy lejanos. Personas entre las cuales alguna me dio un soplo en un momento que lo necesitaba, no sé qué ocurrió, pero me hizo darme cuenta a partir de ese momento de que necesitaba volver a ser lo que era. Que a partir de ahí tenía que empezar a caminar sin los tacones que me había impuesto.

Y a la semana siguiente, fue el día que esperé más que nada. Porque significaba que vería a alguien que me ha apoyado mucho sin saberlo. Pero también empezó la caída, la que te lleva al fondo de un pozo y aún así ha estado él. El que parecía conocer de siempre y apenas había llegado.

Llegó como una cuerda, como algo que me evitara esa caída, con risas, con miles de tonterías y sin decirle "necesito esto". Y claro te dicen de volver a verlo y tú sientes miedo, pero como es la cuerda te da igual (¿qué puede pasar de malo con una cuerda?). Y ahí entra mi lado más infantil, se hace ilusiones y a dos semanas de la fecha, la semana que peor llevas, te dicen que tu ilusión se rompió, que no puede ser. ¿Cómo te levantas en ese momento? ¿Cómo consigues sobreponerte y seguir como si nada? Pues de ninguna manera. Solo queda esperar acontecimientos.

10 de junio de 2014

Tic tac, tic tac...

Y así pasa el día, a cuenta gotas, con las manecillas del reloj señalando la hora y cada vez más nerviosa. ¿Por qué? Realmente no lo sé. Imagino que será hablar con él, o porque otro año más ha pasado y me veo el día de antes estudiando para unos exámenes que significan lo que nadie puede sospechar.
Otro año más, un año más vieja (y como algunos me dirían, más pelleja). Otro año lejos de gente a la que quiero, imposible verlos y me desánimo, todo mi mundo cae. Se desvanece y me siento sola. Sé que no es así, pero es algo inevitable.
Me pregunto qué hago realmente aquí. El otro día me lo preguntaron, me insistieron en que siguiera escribiendo, que se me da bien. O eso dicen y yo no sé cómo continuar ni mis historias que tengo por la mitad.
Hoy es un día malo, nefasto, pre-cumpleaños y sin saber realmente mi destino, qué quiero o en qué me puedo sujetar para no caer de nuevo. Aquí sigo, en esta habitación en un piso de estudiantes, en mi rincón, en el sitio más colorido, pero en el que cada vez extraño más no estar con otras personas.

Tic tac... Escucho el reloj de fondo y sólo espero que por esta noche se congele y mañana tarde en llegar.
(1/5 de exámenes hechos, ¿cuántas pensáis que aprobaré a este paso?)