6 de febrero de 2017

Tardes.

Una vez más voy de camino a la capital, otro viaje, distinto destino, cruce de trenes, cruce de vidas. Y si es que algo sabía era que Madrid me traería algo especial, no sabía hasta qué punto, ni en qué relación. No sabía nada, pero Madrid no defrauda nunca. Siempre me hace volver.

Vuelvo a mi vida, a retomar viejas y preciosas costumbres. Como dar los buenos días con una sonrisa, aunque me muera de sueño. De sonreír hasta que duele la mandíbula. De llorar si me apetece, de extrañar y de querer. De amar. De saber decir de nuevo que hay que arriesgar. Porque este viaje al fin y al cabo es un riesgo.
Pero sé que este riesgo tiene nombre y que si lo necesito, también tendrá colchón que me salve de la caída al vacío.

Aunque si hay que hablar de riesgos, el mayor riesgo es enamorarme. Estar cual adolescente de 16 y saber que la hostia puede ser tremenda, pero confiar en que él está y estará.



No hay mejores regalos que los que guardan historia, guardan detalles y son algo especial por lo que significan para las partes directamente implicadas.
Gracias por todo lo de hasta ahora y lo que sé que vendrá.

"Todos y uno a uno, los venceremos juntos".-

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