31 de mayo de 2012

Tarde de primavera


Caminar por la calle, sentir la necesidad de correr, de ir más allá de casas y casas, buscando la suya. Ver que llegas al final, el corazón se para, ¿es él? Sigues andando... estás llegando al final... la hilera de casas terminó unos pasos atrás, ahora ves campo... Coges el camino estrecho que lleva hacia aquel lugar... Sigue siendo el mismo, con más flores, pero el mismo. Lo conseguiste, rompiste todo lo que te quedaba por romper.
Ahora sientes que te da un vuelco el corazón, otra grieta se abre, suele pasar cuando no se han sellado bien los trozos... Piensas en que pasará ahora, tienes las ganas de gritar de decir mil cosas, que las palabras se atropellen, ganas de no tartamudear. Te sientas, sacas tu libreta de la mochila y sin darte cuenta se abre, justo por una página en blanco, como si supiera que necesitas escribir, sientes una sensación extraña que recorre tu cuerpo. Has hecho bien en acercarte a aquel lugar dónde comenzó un poco todo.
Miras al horizonte, las 18.35, no tardarás en irte, mientras te fijas en que la primera por la que callaste está ahí a escasos metros de ti...
Sigues con tus pensamientos y te das cuenta que necesitas terminar ya con este libro, que se te está tornando largo. Recoges después de escribir, guardas todo en la mochila, bebes un poco de agua y vuelves a casa a estudiar. Mientras piensas cómo puedes decir todo sin poner a nadie en peligro.
En gran parte lleva razón tu amigo, es muy egoísta de mi parte querer hacer lo que estabas pensando... Tienes que pensar otra forma de gritar y cerrar aquella historia.

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