Nos volvemos a encontrar. Tú, hoja en blanco. Yo, llena de palabras, de ideas aún por ordenar. Parece que nos llevamos bien, pero sabemos bien que no es así.
Acudo a ti como escape, eso ya lo sabes bien, sólo hay que mirar que hago con el resto de hojas en blanco, escribo en ellas como escribo en ti y luego, si te he visto no me acuerdo, ahí se quedan. ¿Me odiarán? ¿Me odiarás tú?
Hoy llueve, como lleva meses sin llover, ya no son días de ir de manga corta, de ese calor que para algunos ya era insoportable, y eso que aún no llegó lo peor. Está el día gris y me desperté sonriendo, pero de verdad, una sonrisa sincera, de las que ya no me salían. Pero se me fue borrando, se esfumó aún sin saber ni cómo ni porqué. Me gustaría que volviera, no sé si algún día lo hará, espero que así sea. Mientras tanto, llenar espacios vacíos está siendo fácil, aunque aún duelen los recuerdos de un día de octubre, o los de una tarde de febrero. Esos siguen grabados y ver los autobuses es como recaer en manos de ellos. Y duele, pero lo logro soportar. ¿Cuánto tiempo seguiré así? Es algo que me preguntó muy a menudo. Quizá todo cambie alguna tarde o alguna mañana o algún día de estos, o del mes que viene. ¡Quién sabe!
He vuelto corriendo, con la lluvia mojándome y me ha dado por pensar que quizá todo lo que me ha ido pasando a lo largo de la última semana era por alguna razón. He parado y he decidido que me daba lo mismo mojarme, he comenzado a caminar y mientras he vuelto a disfrutar de lo que llevaba extrañando desde que vine aquí. El olor a la tierra mojada, a las gotas que son escondite de lágrimas y una forma de esconderme de mi mundo.
Sonrisa preciosa
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